2014年5月1日木曜日

¿引き篭り hikikomori は 世界中で知られている?

我が友 Santi からの便りで、hikikomori が El Mundo 紙(4月26日版)で大きく採り上げられていることを知りました。

以下その記事です。




 JAPÓN Miles de japoneses han sobrevivido a dos décadas de completo aislamiento social

Hikikomori hasta la muerte

Atrincherado con sus videojuegos, un televisor y provisiones que iba renovando una vez al mes, Hisaki vivió gran parte de su juventud encerrado en los 10 metros cuadrados de su habitación. "Solo respirar el aire de la calle se me hacía insoportable", asegura inmerso en la terapia con la que busca superar su condición de hikikomori (auto recluido).

El término, utilizado por primera vez por el psicólogo Saito Tamaki en 1998, describe a los jóvenes japoneses que deciden aislarse completamente de la sociedad. Pueden pasar años sin hablar con otras personas, rehúyen incluso a sus padres y en ocasiones han sido encontrado muertos por inanición, incapaces de llamar por teléfono o mantener el más mínimo contacto con el exterior.

Hisaki se enclaustró en su cuarto a los 18 años, tras sufrir acoso escolar en su escuela de Tokio. Durante más de una década durmió hasta 18 horas al día, dejó de relacionarse con otras personas y solo abandonó su encierro para buscar comida. "Todavía sigo teniendo miedo de la gente", dice. "Todas las personas me parecen más fuertes que yo, capaces de hacerme daño psicológicamente". 


El gobierno japonés cree que hay 700.000 personas como Hisaki en el país y otro millón y medio en situación de riesgo. Las autoridades temen una crisis sanitaria ahora que la primera generación de hikikomori, que empezaron a recluirse a finales de los años 90, llega a la madurez. Sus padres se han hecho mayores o van muriendo. Sin estudios ni formación, ellos no pueden valerse por sí mismos. Su fobia social les impide ocupar puestos de trabajo, mantener relaciones sentimentales o hacer amigos.





Una generación perdida

Al estigma asociado a los ermitaños japoneses se une la falta de suficientes especialistas para tratarles y la confusión de las familias afectadas, que suelen atribuir la conducta de sus hijos a la pereza o la rebeldía. El hijo de Masuro se quitó la vida hace 10 años después de que la familia decidiera forzarle a abandonar su encierro de cuatro años, enviándole a un internado. "Pensé que hacíamos lo mejor para él, pero estaba equivocado", dice este funcionario jubilado, que ahora dedica su tiempo a ayudar a otras familias en la misma situación. "La gente no entiende que son enfermos".

Los hikikomori que se han hecho mayores sin abandonar su encierro han pasado hasta dos décadas enclaustrados. La edad media de los afectados, la mayoría varones, ha aumentado de los 21 a los 32 años, según datos del gobierno. Los motivos que les llevaron a aislarse van desde una ruptura sentimental al suspenso en el examen de acceso a un instituto o universidad. "Se trata de una generación perdida", asegura Saito, el psicólogo que describió el trastorno por primera vez y que ha tratado cerca de 2.000 casos.

El psicólogo japonés cree que uno de los orígenes de la enfermedad está en la falta de comunicación y las exigencias de la rígida sociedad japonesa, donde el prestigio dentro de la comunidad tiene una gran importancia. Las demandas para cumplir las expectativas comienzan desde la niñez, cuando los alumnos compiten por acceder a las mejores guarderías. Es el comienzo de una dura vida académica que no todos pueden soportar y en la que no hay tiempo para atender a los que se quedan atrás. Estigmatizados, muchos deciden aislarse. "Los adolescentes no pueden explicar qué les pasa y los padres tienen miedo de soliviantarlos, por lo que les dejan estar", explican en la Asociación de Padres de Hikikomori. "En los casos más graves la situación termina en violencia o suicidio".

Los hikikomori son tan comunes que han pasado a ser parte de la cultura japonesa, protagonizando libros, películas y cómics. Bienvenido a N.H.K, una novela convertida en serie de televisión y cómics manga, cuenta la historia de una joven que trata de rescatar a un auto recluido que atribuye su situación a una conspiración. La asistencia que el protagonista recibe se da cada vez más en la vida real. La pasividad con la que se solía afrontar el problema ha dado paso a la acción por parte de ex hikikomori, familiares de los afectados, asociaciones de ayuda y centros de atención gubernamentales. Cientos de enfermos están siendo recuperados, formados en oficios y reincorporados a la sociedad. Otros, sin embargo, persisten en su encierro.

Akira dejó de acudir al colegio cuando tenía 13 años tras haber sido ridiculizado por sus compañeros, iniciando un encierro de seis años. Sus padres trataron de forzarle a salir a la calle dejándole solo y sin dinero, en la creencia de que terminaría buscando una manera de ganarse la vida. Nada funcionó. La familia decidió entonces comprarle un apartamento y enviarle una cantidad de dinero mensual para que pudiera sobrevivir, renunciando a mantener el contacto después de varios episodios violentos. La situación de Akira y de miles como él será insostenible en el momento en que sus padres ya no estén. "¿Quién se encargará de los miles de hikikomori cuando ya no tengan a nadie?", se pregunta Masuro, el padre cuyo hijo se quitó la vida tras un largo enclaustramiento. "La sociedad también tiene parte de culpa y, por lo tanto, la responsabilidad de seguir ayudándoles".


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