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Toros de Núñez Benjumea, desiguales de
presentación, justos de fuerza pero muy manejables. El sexto fue
premiado con la vuelta al ruedo. Lleno.
El Soro (de ciruela y oro), entera (oreja); pinchazo y entera desprendida (dos orejas).Vicente Barrera (de rosa y oro), entera y descabello (oreja); entera caída (dos orejas).
Rafael de Foyos (de azul noche y oro), entera (dos orejas); entera, aviso (dos orejas).
De las cuadrillas destacaron Raúl Martí, El Sirio, José Manuel Montolíu, Soro III y El Puchano.
Pasó el temporal, descargó la gota fría todo el agua que tocaba (con gran beneficio para el campo y sin producir apenas daños colaterales) y, con una semana de retraso, por fin, la ciudad de Foios pudo vivir la primera corrida de toros de su más que milenaria historia. Nunca es tarde si la dicha llega. Otras veces este adagio se formula con “si la dicha es buena” como parte final. También vale, pues el festejo fue triunfal, brillante y entretenido. La dicha llegó y fue buena, ya lo creo. El sol, espléndido, calentó, la plaza se llenó y el público ocupante disfrutó de una matinal que queda para los anales de la localidad y en la que los tres espadas actuantes, pese a que la espada no siempre cayó en buen sitio, salieron a hombros.
Tras un prólogo folklórico y la procesión por el ruedo, a hombros de los toreros, de la Virgen del Patrocinio, patrona de la ciudad, finalmente salió el primer toro. “Campanito” -muchos anotarían como nombre del toro “Castaño”, por culpa de la ineptitud del encargado de mostrar el cartel anunciador, que puso el pelo en vez del nombre...-, colorado, marcado con el número 70, de 470 kilos y con la divisa de Núñez Benjumea. Astado escurrido de carnes, de no mucha alzada, suficiente encornadura para una plaza portátil... y poca fuerza. Tan poca que fue servido por tan sólo un leve picotazo en el primer tercio. Después de que El Soro le cediese los trastos, Rafael Rausell Montalt “Rafael de Foyos”, vestido de azul noche y oro, dejó ver que aunque hayan pasado diez años desde la última vez que toreó de luces y en público, no se le ha olvidado torear. Ya en los estatuarios con que inició el trasteo hubo prestancia y elegancia, buscando luego el punto justo de equilibrio para que el animal no se fuese al suelo y siguiese la muleta, templando con mucha suavidad y sin forzar nunca, aunque, llevado por sus ganas, se empeñó en alargar su labor cuando su oponente estaba ya agotado.
El sexto, con más volumen, también se defendió más de salida pero tardó poco en cogerle el sitio y el tranquillo, sin un solo tirón, sin dejar que ni siquiera le rozase la tela y apurando totalmente al toro por el pitón derecho, el bueno, en una faena muy plástica y solvente.
El Soro demostró que quien tuvo retuvo, y puso en pie a la plaza nada más recibir a su primero. Compartió banderillas con los otros dos toreros locales, el toricantano y el subalterno Raúl Martí y, tras brindar a su mujer, toreó con desparpajo y alegría, dando mucha fiesta tanto al toro como a la gente y dejando ver su facilidad y recursos.
Al cuarto lo banderilleó, también sobrado de facultades, junto a José Manuel Montolíu, muleteando sin apreturas ni grandes exigencias pero sacando todo lo que tuvo su oponente, entusiasmando a sus paisanos cuando en un alarde final cogió al burel de las orejas.
Veroniqueó con gusto a pies juntos a su primero Vicente Barrera -que volvía a torear en público para festejar su vigésimo aniversario de alternativa-, acertando a llevar a este ejemplar a media altura y sin tirones, dejando ver de nuevo su proverbial temple y estando sobrado y sin apuros de ningún tipo. De todas formas fue con el quinto con el que se vio al Barrera de siempre, vertical, estático, templado, encajado perfectamente por el toro y dejando una faena con empaque y ligada, sin enmendarse y sin dejar que el de Núñez Benjumea se rajase.
Al acabar con él, y para que la
fiesta fuese completa, su subalterno de casi toda la vida, Vicente
Yesteras, se hizo cortar la coleta, poniendo así punto final a una
brillante y muy eficaz ejecutoria.