2014年3月6日木曜日

闘牛マンガ el primer cómic ambientado en el mundo de los toros (RTVE)


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A las cinco de la tarde (Diábolo Ediciones) pasará a la historia por ser la primera novela gráfica ambientada en el mundo de los toros. Un excelente cómic del guionista Manolo López Poy y el dibujante Miguel Fernández, que ya nos sorprendieron con Mamed Casanova. El hijo de la ira (Diábolo), otra historia biográfica sobre el último bandolero romántico español.
En esta ocasión narran la vida del torero Lorenzo Pascual García “Belmonteño”, un ”maestro” que toreó con Manolete o Antonio Bienvenida y que consiguió la fama en Sudamérica gracias a su arte y a una curiosa anécdota que dió la vuelta al mundo (y que luego os contaremos). Hemos hablado con los autores y con el propio Belomonteño que, a sus 92 años, mantiene una vitalidad increíble.
“Me parece muy interesante que se haga una novela sobre el mundo de los toros, porque es una cosa poco usual y creo que es muy interesante para los aficionados”, asegura el “Maestro".
“No es sólo la primera novela gráfica sobre el mundo de los toros –asegura el guionista, Manolo López Poy- también es el relato de un mundo que desapareció, pero que forma parte fundamental de nuestro pasado e influye en nuestro presente. No sé por qué no se ha tratado más el tema en los cómics, quizá porque en las últimas décadas ha disminuido su importancia social, ha bajado mucho el número de aficionados, ha crecido el sentimiento anti taurino... y todo eso no la ha hecho un tema apetecible para narrar historias (también es escasa su presencia en la literatura o el cine)”.

La lucha por un sueño

Pero este cómic también narra la lucha por conseguir un sueño: “Quise ser torero desde que supe leer y escribir, con siete u ocho años –asegura Lorenzo-. Leía el periódico ABC y veíamos las fotografías de Belmonte y Joselito y nos poníamos a jugar a los toros sin tener ni idea de cómo era una corrida. Luego, con diez años, acompañaba a mi padre a comprar novillos para engordarlos y yo le pedía que los comprara bravos para poder torear”
“Pero la primera vez que me puse delante de un toro bravo fue con dieciséis años, en el matadero de Valladolid. Toreábamos por la noche, en enero, aprovechando la luna llena”.
“Lorenzo Pascual –asegura el guionista, Manolo López Poy- era un chaval que se crió en la agitada España de la guerra civil y sus prolegómenos y que creció en la dura posguerra, siempre con un objetivo en mente: convertirse en torero. Toda su vida fue una constante lucha y superación de dificultades y barreras para salir adelante e intentar cumplir sus sueños, algo que creo que es propio de toda aquella generación en la España gris del franquismo. Se merece un cómic, porque cuenta una historia personal que ilustra una época y una pasión”.
“Me llamó mucho la atención la tenacidad con la que Lorenzo persigue su objetivo, su determinación a la hora de convertirse en figura del toreo contra viento y marea”, asegura el dibujante Miguel Fernández.

Toreó con los más grandes

“Recibí la alternativa el 12 de septiembre de 1946 en Zamora, de mano de Manuel Álvarez “Andaluz” y como testigo Antonio Mejías Jiménez “Antonio Bienvenida” -nos cuenta Lorenzo-. Pero he toreado con todos, incluyendo a Manolete. Con los que más ha sido con los Dominguines, por toda Sudamérica; y con Luis Miguel y mi ídolo, Domingo Ortega, por España”
“Yo toreé diecinueve jueves seguidos en Barcelona, en el año 45, y los domingos me iba a Sevilla, así que algo tendría” –nos comenta Lorenzo-
Sobre el mejor torero de la historia, Lorenzo asegura que: “Hay dos figuras fundamentales, Manolete por la quietud y la sangre fría y Domingo Ortega, que en mi época era el dominador, el que podía con todo, el que mandaba con el capote.

La fama le llegó en Sudamérica

Sin embargo, cuando empezaba a despuntar “Se me ocurrió pedir más dinero y cortaron mi carrera. Es como lo que le pasó a Aparicio hace poco, que estuvo muy bien en Madrid y cuando al año siguiente pidió más dinero no quisieron dárselo. Y como yo tenía muy buena amistad con el torero venezolano “El Diamante Negro” me fui a Venezuela y toreé más de doscientas corridas en Sudamérica. Por cierto que allí no tuve ni una sola cornada y aquí, en España sufrí cuatro”.

Pero la fama le llegó por casualidad. “Fue cosa de suerte, porque maté un toro en el tendido, en Armenia. Una cosa casi imposible, pero el toro metió las dos manos delanteras en la contrabarrera y, como había un ladrillo suelto, pudo apoyar la pezuña y se dio el impulso suficiente para llegar a las gradas. Así que cundió el pánico entre el público y allí me fuí yo con la espada y la muleta a matar al toro en la quinta o sexta fila”.
“La agencia EFE mandó la noticia a España y dió la vuelta al mundo porque era una cosa original. De hecho creo que no ha vuelto a repetirse. Conozco otro caso de un torero que tuvo que matar a un toro que se había escapado, en plena Gran Vía, pero no conozco ninguna situación similar a la mía”.
“Belmonteño –comenta López Poy- fue un torero de fama modesta. Era más conocido en América que en España y eso siempre le pesó y le dolió. Era un torero sobrio, serio... que trató de abrirse camino en un mundo de intereses, amiguismos, tratos de favor, en fin... lo de siempre. En eso encarna un arquetipo de torero y de persona muy generalizado, el que se mueve en la vida usando su propio talento y su propia fuerza de voluntad para salir adelante”.

El final del sueño

Me retiré con 37 años –comenta Lorenzo- entre otras cosas porque me casé, pero no dejé los toros. Toreé en festivales benéficos, fui apoderado de varios toreros e incluso empresario, montando varias corridas. Pero el negocio de los toros es para las cuatro grandes figuras y los demás teníamos que vivir de subvenciones, así que terminé dejándolo. Pero en el barrio todavía me conocen y me dicen “Maestro”, es curioso porque en Sudamérica te llaman “matador”.
Lorenzo no ha perdido su afición por los toros, pero reconoce que ya no es lo mismo: “Los toros de mi época eran muchos más bravos, había que darles hasta cuatro puyazos. Hoy en día se les da el segundo y la mayoría de las veces a regañadientes, lo que demuestra la escasa potencia del toro de hoy en día”.
“El toreo ha cambiado mucho. Se dan mas muchos pases. En mi época se daban menos pases pero mucho mejores. Por ejemplo, Domingo Ortega toreaba despacio con el capote. Hoy se torea muy deprisa pero no es lo mismo un “mantazo” que un “capotazo”.
“Actualmente voy poco a los toros, por ejemplo, cuando la corrida es de Vitorinos, porque me gusta ese tipo de toro. No sigo a los toreros porque les encuentro más defectos que cosas buenas”.

El cómic

Pero A las cinco de la tarde no es solo la historia de Lorenzo Pascual, también es la crónica de la España de la Guerra Civil y la posguerra.
“Aportar referencias históricas era básico –asegura López Poy-, la época es fundamental en la narración, el país y su momento histórico y social es un elemento protagonista de primera fila. La documentación ha sido parte fundamental, ya que tanto Miguel como yo somos bastante ajenos al mundo de los toros”.
“El editor nos aportó mucho material gráfico (fotos, recortes de prensa, etc.) y teníamos de primera mano el testimonio de Lorenzo Pascual, que es quién ha servido de inspiración para esta historia”, asegura Miguel Fernández.

“Aparte de esto, yo procuré empaparme por mi cuenta en el mundo taurino y, como yo era profano en la materia, busqué beber de gente que viese los toros desde la perspectiva de un profano –comenta el dibujante-.
Así fue como cayó en mis manos el libro de Ernest Hemingway, Muerte en la tarde. Me fue muy útil para comprender muchas cosas. En el, Hemingway habla de las primeras veces que el había ido a una corrida sin pensamientos ni sensaciones heredadas, con un lenguaje muy crudo. La crudeza de Hemingway también me sirvió como retrato ácido de la España de esa época de postguerra vista desde la perspectiva de un foráneo del toro y de España”.

La plasticidad del toreo

“Tanto los toros como los caballos son animales muy hermosos y en acción mucho mas –afirma Miguel Fernández-. Esto, unido a las poses estudiadas de los toreros hacen que en conjunto se nos presente como algo estéticamente muy atractivo. Así pues, he intentado que todas las escenas de toreo tuviesen esa plasticidad y fuesen dinámicas. Para ello, me he documentado sobre los diferentes pases de capote y de muleta paso a paso para así entenderlos y poder plasmarlos con éxito”.
El color es muy importante en esta historia porque confiere esa atmósfera de postguerra gris, de estrecheces. Yo no imaginaba la época de las cartillas de racionamiento o de la represión con colores vivos. Más bien lo imaginé con colores muy lavados o muy pálidos.
“Me he documentado todo lo que he podido sobre las diferentes suertes así como de los diferentes pases y estilos –comenta Fernández-. Aparte de la valiosa información que nos otorgó el propio Lorenzo a cerca de su estilo, inevitablemente he bebido de Joselito y de Belmonte. Porque, por lo que he aprendido, ellos dos simbolizan el toreo antiguo y el moderno respectivamente”.
Tras estas dos biografías, guionista y dibujante trabajan ya en un nuevo proyecto: “Una nueva historia escrita en colaboración con un amigo y ambientada en Galicia, con ambiente medieval... pero está muy balbuceante todavía”, asegura López Poy.
Seáis aficionados o antitaurinos, como el que firma este artículo, no puede negarse que A las cinco de la tarde es un estupendo cómic que nos cuenta una historia fascinante sobre un hombre excepcional, un siglo inolvidable y una pasión a prueba de desafíos.









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