Más de media plaza. Comienzo con lluvia, por momentos torrencial. Después, nublado. Seis toros de Victoriano del Río, de recortadas hechuras. Tres menos y tres más. Muy digna presentación. El segundo, ‘Centinela’, número 159, con 497 kilos, colorado, fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Finito de Córdoba (marino y oro): bronca tras dos avisos y división; El Juli (gris y oro): dos orejas tras aviso y dos orejas y rabo; Miguel Ángel Perera (lila y oro): palmas y ovación.
El Juli dio ayer en Murcia una tarde de toros antológica. De principio a fin. Sin pausa ni concesiones. Sin medias tintas ni dudas. La única posible, si su primera faena fue también de rabo, como la segunda. No se lo pidieron. Pero la calidad y rotundidad de la obra fue de tal magnitud, que no hubiera sido premio desproporcionado, ni mucho menos. Después de una tarde de tanta categoría, ¿a nadie le gustaría ver a El Juli en Murcia el año que viene con seis toros?
Sueños imposibles aparte, El Juli fue amo y señor de la corrida de toros del cierre de la Feria de Septiembre. Miguel Ángel Perera, dispuesto a hacerle a darle réplica, no tuvo ningún toro de entidad. El tercero, sin clase, fue muy deslucido. Y el sexto no le duró ni un asalto: dos largas cambiadas y un largo y variado saludo con el capote y el toro llegó al último tercio listo de papeles sin que apenas se le hubiera roto la piel en el caballo. El primero de la tarde fue peligroso y Finito se afligió con la espada. Intentó remontar con el cuarto, que ni bueno ni malo, le pegó algún derechazo largo y esforzado después de haberse estirado con decisión a la verónica, pero ni el toro se resbaló con claridad ni el Fino tuvo el santo de cara.
Así que El Juli fue el protagonista único de la tarde. Poderoso, inspirado, torerísimo. Al segundo de la tarde, un ‘Centinela’ muy bajo y reunido, quizás terciado, con su cara acapachadita bien colocada y astifina, le pegó cinco verónicas extraordinarias: sin sacar del cuerpo la mano del cite, baja la mano que toreaba, la ‘pata pa’lante’, el pecho y la cintura acompasando la embestida. Ese toro iba a ser la estrella de la corrida. De fondo mansito y, quizás por eso, viaje largo, por querer irse. No lo dejó El Juli, que lo convenció para que volviera y acabó toreándolo con media muleta y pasándoselo por la faja. El Juli lo cuajó a placer con las dos manos, con medio trapo arrastrando por la arena, con templada intensidad. Y lo mató de un espadazo arriba.
La faena del quinto, un toro no tan claro ni de tanta entrega, fue otra demostración de valor y cinencia, técnicamente prodigiosa. El Juli lo convenció aliviándolo por arriba en la primera tanda con la derecha. Pero no le iba a dar más tregua. En la segunda estaba ya Julián exigiéndole por abajo y trazando hacia dentro, haciéndole el toreo más puro posible. El público seguía con asombro el desarrollo de faena tan cara cuando Julián decidió acortar la distancia, meterse entre los pitones, dejarlo llegar al cuerpo, sacárselo de encima sin espacio, desafiar las leyes de la geometría, quemar las naves. La plaza de Murcia se puso en pie, le aclamó gritándole al unísono «¡torero, torero!» y lo sacó a hombros entre la admiración que sólo pueden causar los genios.
El Juli ha cumplido 30 años エル・フリ三十歳に
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