2014年4月11日金曜日

Manuel José Quintana nació マヌエル・ホセ・キンターナ生誕 (1772年)


Manuel José Quintana y Lorenzo (Madrid; 11 de abril de 1772 - ídem; 11 de marzo de 1857) 前期ロマン主義・第二サラマンカ派の詩人


スペインでは、18世紀末近くになると、それまでの人間感情に欠けた詩に満足しない詩 人たちが登場してきました。これらの詩人は人間感情を人間の原動力と見做すフランスの哲学者ルソーや、夜と瞑想に傾倒した長篇詩「嘆きの歌、生と死と永生についての夜想詩」(1742-45)を書いた英国の詩人エドワード・ヤング(1683-1765)の影響を受けて、理性的思考に基づく教化的な詩から、理想や異国 趣味などを含んだ自由な詩へと方向転換するようになっていきました。それと同時に、新古典主義の詩人たちが傾倒した格調高い詩風は、ロマン主義を予告するかのような色彩豊かで自由な調子の詩へと変わっていきました。この傾向は第二サラマンカ派に属する詩人らと、セビーリャ派に属する詩人らによって、徐々に形を整えていくことになったのです。

第二サラマンカ派の代表が、本日、拙ブログで採り上げたマヌエル・ホセ・キンターナ(1772年4月11日-1857年3月11日)です。このマドリード出身の詩人はサラマンカでメレンデス・バルデスを師と仰ぎ、ホベリャーノスなどとの交友から自由な精神を育むことができたようです。したがって、当初からマヌエル・ホセ・キンターナの詩には自由な精神が込められています。愛国的精神が漲る詩には、過去の歴史的栄光を歌い上げた「トラファルガーの戦いへ」Al combate de Trafalgar (1805) や「三月革命後のスペインへ」 A ESPAÑA, DESPUÉS DE LA REVOLUCION DE MARZO (以下に全文を載せておきます) があり、フェリペ2世に纏る「黒い伝説」を扱った詩には「エル・エスコリアルの霊廟」 El Panteón del Escorial があります。また博愛的な性格を備え、科学の進歩を讃える詩には「印刷技術の発明に寄せて」 A la invención de la imprenta や「アメリカ向け種痘を普及させるためのスペイン遠征隊へ」A la expedición española para propagar la vacuna en América bajo la dirección de Don Francisco
Balmis などが知られています。

もう一方のセビーリャ派については、またの機会に譲りたいと思います。






Escritor y político español. Manuel José Quintana estudió leyes y filosofía en Salamanca, donde fue discípulo de Meléndez Valdés. Fue amigo de Jovellanos y de Cienfuegos y asimiló a su formación neoclásica las doctrinas de la ilustración dieciochesca (como reflejan sus odas A la paz entre España y Francia, 1795, y Al combate de Trafalgar, 1805, y sus dramas El duque de Viseo, 1801, y Pelayo, 1805).

Tras la invasión napoleónica, Quintana se unió a los grupos liberales que luchaban por la independencia. En 1808 publicó sus Poesías patrióticas y fundó el Semanario patriótico, publicado primero en Madrid y posteriormente en Cádiz. Trabajó activamente en la política de estos años redactando los manifiestos de la secretaría general de la Junta Suprema.

Con la llegada de Fernando VII al trono, Quintana sufrió presidio, recobrando su libertad tras el levantamiento de Riego. La evolución política que siguió a la muerte del monarca le restituyó en sus cargos y honores (ministro del Consejo Real en 1834, presidente de la Dirección de Estudios en 1836, e instructor de Isabel II en 1840). En 1855 fue coronado por la reina Isabel II como poeta nacional.

Formalmente, la obra poética de Manuel José Quintana se ajusta a los patrones neoclásicos y, en cuanto a su temática, acerca de cuestiones humanitarias y políticas, se acerca a la de la generación romántica posterior. Es autor de las odas A la paz entre España y Francia (1795) y Al combate de Trafalgar (1805), de las antologías Colección de poesías castellanas (1807) y La musa épica (1833), de los dramas El duque de Viseo (1801) y Pelayo (1805), de tres volúmenes de Vidas de españoles célebres (1807, 1830 y 1833) y de unas Cartas a Lord Holland (1852). En 1814 ingresó en la Real Academia Española.


A ESPAÑA, DESPUÉS DE LA REVOLUCION DE MARZO
¿Qué era, decidme, la nación que un díareina del mundo proclamó el destino,
la que a todas las zonas extendía
su cetro de oro y su blasón divino?
Volábase a occidente,
y el vasto mar Atlántico sembrado
se hallaba de su gloria y su fortuna.
Doquiera España: en el preciado seno
de América, en el Asia, en los confines
del Africa, allí España. El soberano
vuelo de la atrevida fantasía
para abarcarla se cansaba en vano;
la tierra sus mineros le rendía,
sus perlas y coral el Oceano,
y dondequier que revolver sus olas
el intentase, a quebrantar su furia
siempre encontraba costas españolas.
Ora en el cieno del oprobio hundida,
abandonada a la insolencia ajena,
como esclava en mercado, ya aguardaba
la ruda argolla y la servil cadena.
¡Qué de plagas, oh, Dios! Su aliento impuro
la pestilente fiebre respirando,
infestó el aire, emponzoñó la vida,
el hambre enflaquecida
tendió sus brazos lívidos, ahogando
cuanto el contagio perdonó; tres veces
de Jano el templo abrimos,
y a la trompa de Marte aliento dimos,
tres veces, ¡ay!, los dioses tutelares
su escudo nos negaron y nos vimos
rotos en tierra y rotos en los mares.
¿Qué en tanto tiempo viste
por tus inmensos términos, oh, Iberia?
¿Qué viste ya sino funesto luto,
honda tristeza, sin igual miseria,
de tu vil servidumbre acerbo fruto?
Así, rota la vela, abierto el lado,
pobre bajel a naufragar camina,
de tormenta en tormenta despeñado,
por los yermos del mar; ya ni en su popa
las guirnaldas se ven que antes le ornaban,
ni en señal de esperanza y de contento
la flámula riendo al aire ondea.
Cesó en su dulce canto el pasajero,
ahogó su vocería
el ronco marinero;
terror de muerte en torno le rodea,
terror de muerte silencioso y frío;
y él va a estrellarse al áspero bajío.
Llega el momento, en fin; tiende su mano
el tirano del mundo al occidente,
y fiero exclama: «El occidente es mío.»
Bárbaro gozo en su ceñuda frente
resplandeció, como en el seno oscuro
de nube tormentosa en el estío
relámpago fugaz brilla un momento,
que añade horror con su fulgor sombrío.
Sus guerreros feroces
con gritos de soberbia el viento llenan;
gimen los yunques, los martillos suenan,
arden las forjas. ¡Oh, vergüenza! ¿Acaso
pensáis que espadas son para el combate
las que mueven sus manos codiciosas?
No en tanto os estiméis; grillos, esposas,
cadenas son, que en vergonzosos lazos
por siempre amarren tan inertes brazos.
Estremecióse España
del indigno rumor que cerca oía,
y al grande impulso de su justa saña
rompió el volcán que en su interior hervía.
Sus déspotas antiguos
consternados y pálidos se esconden;
resuena el eco de venganza en torno,
y del Tajo las márgenes responden:
«¡Venganza!» ¿Dónde están, sagrado río,
los colosos de oprobio y de vergüenza
que nuestro bien en su insolencia ahogaban?
Su gloria fue, nuestro esplendor comienza
y tú orgulloso y fiero
viento que aún hay Castilla y castellanos,
precipitas al mar tus rubias ondas,
diciendo: «Ya acabaron los tiranos.»
¡Oh, triunfo! ¡Oh, gloria! ¡Oh, celestial momento!
¿Conque puede ya dar el labio mío
el nombre augusto de la Patria al viento?
Yo le daré; mas no en el arpa de oro
que mi cantar sonoro
acompañó hasta aquí; no aprisionado
en estrecho recinto, en que se apoca
el numen en el pecho
y el aliento fatídico en la boca.
Desenterrad la lira de Tirteo,
y al aire abierto, a la radiante lumbre
del sol, en la alta cumbre
del riscoso y pinífero Fuenfría,
allí volaré yo, y allí cantando
con voz que atruene en rededor la sierra,
lanzaré por los campos castellanos
los ecos de la gloria y de la guerra.
¡Guerra, nombre tremendo, ahora sublime,
único asilo y sacrosanto escudo
al ímpetu sañudo
del fiero Atila que a occidente oprime!
¡Guerra, guerra, españoles! En el Betis
ved del Tercer Fernando alzarse airada
la augusta sombra; su divina frente
mostrar Gonzalo en la imperial Granada;
blandir el Cid su centellante espada,
y allá sobre los altos Pirineos,
del hijo de Jimena
animarse los miembros giganteos.
En torvo ceño y desdeñosa pena
ved cómo cruzan por los aires vanos;
y el valor exhalando que se encierra
dentro del hueco de sus tumbas frías,
en fiera y ronca voz pronuncian: «¡Guerra!
«¡Pues qué! ¡Con faz serena
vierais los campos devastar opimos,
eterno objeto de ambición ajena,
herencia inmensa que afanando os dimos?
Despertad, raza de héroes; el momento
llegó ya de arrojarse a la victoria;
que vuestro nombre eclipse nuestro nombre,
que vuestra gloria humille nuestra gloria.
No ha sido en el gran día
el altar de la Patria alzado en vano
por vuestra mano fuerte.
Juradlo, ella os lo manda: ¡Antes la muerte
que consentir jamás ningún tirano!»
Sí, yo lo juro, venerables sombras;
yo lo juro también, y en este instante
ya me siento mayor. Dadme una lanza,
ceñidme el casco fiero y refulgente,
volemos al combate, a la venganza,
y el que niegue su pecho a la esperanza
hunda en el polvo la cobarde frente.
Tal vez el gran torrente
de la devastación en su carrera
me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura
no se muere una vez? ¿No iré, expirando,
a encontrar nuestros ínclitos mayores?
«¡Salud, oh padres de la Patria mía»,
yo les diré, «salud! La heroica España
de entre el estrago universal y horrores
levanta la cabeza ensangrentada
y, vencedora de su mal destino,
vuelve a dar a la tierra amedrentada
su cetro de oro y su blasón divino.»
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