Ichikawa Jun falleció con sólo cincuenta y nueve años de una hemorragia cerebral que acabó con su vida de manera fulminante, mientras comía en un restaurante. Había conseguido un reconocimiento particular por Tony Takitani, su adaptación de un cuento de Murakami Haruki. La obra de Ichikawa es el testimonio de un director y guionista capaz de construir universos propios en sus películas, caracterizados por una puesta en escena serena y tranquila, un devenir pausado. En este sentido, ha sido notado en varias ocasiones su similitud con Ozu Yasujiru. Admirador del gran clásico del cine japonés, compartía su pasión por el cuidado de las formas y de la estética, que trata de capturar la universalidad de los dramas íntimos, cotidianos.
Esta manera de componer historias en las que el guión cede protagonismo al ambiente, en el que se inscriben las vidas de sus personajes, se aprecia especialmente en su estupenda Byoin de shinu koto (Muerte en un hospital), en la que mezcla el género documental con narraciones cortas que ocurren tanto dentro como fuera del hospital. Consigue crear un mosaico de experiencias que nos dan una impresión caleidoscópica y vívida del tránsito entre la vida y la muerte en un hospital.
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