数日前の El Mundo 紙に掲載されていたものです。
ヘミングウェイが キューバの フィンカ・ビヒアに 残してきたものあれこれです。
La 'caja negra' de Hemingway en Cuba
Se podría decir que Ernest Hemingway sufría el síndrome de Diógenes. Nunca le gustó deshacerse de sus papeles y los guardaba como tesoros en sus casas de París, Idaho o Key West.
En ningún lugar vivió tanto tiempo el escritor como en Finca Vigía: la mansión a las afueras de La Habana donde se enteró de que le habían dado el Nobel y donde moldeó la historia de El viejo y el mar. La quinta permaneció abandonada durante décadas y sólo empezó a recobrar parte de su esplendor gracias al empeño de Jenny Phillips, que visitó la isla en 2001 y a la que le permitieron visitar la mansión de Hemingway por ser la nieta de su editor.
Así fue como nació la Fundación Finca Vigía, que ayudó a restaurar el refugio cubano del escritor con la ayuda de varios arquitectos estadounidenses y puso en marcha un programa para digitalizar miles de documentos escondidos durante décadas en el sótano de la mansión.
Se trata de cerca de 2.500 papeles que, desde esta semana, pueden consultar los investigadores gracias al respaldo de la biblioteca presidencial de JFK, que se comprometió a custodiarlos por la mediación de un congresista de Boston y por la tenue relación del presidente demócrata con la familia del escritor.
Unos meses después del suicidio de Hemingway y de la invasión fallida de Bahía de Cochinos, su viuda Mary solicitó permiso a Kennedy para viajar en secreto a La Habana y reunirse con Fidel Castro. El objetivo era negociar un acuerdo que le dejara llevarse los enseres más valiosos de la quinta. A cambio, Mary se comprometía a donar el edificio y sus alrededores al Gobierno cubano, que había empezado a expropiar mansiones como la del escritor.
El régimen abandonó Finca Vigía a su suerte durante décadas y los papeles de Hemingway permanecieron olvidados en el sótano a merced de las termitas y de la humedad. Los rescató el empeño de la fundación creada por Phillips, que adiestró a varios cubanos para digitalizarlos y ponerlos a disposición de los filólogos y los mitómanos del escritor.
Entre los papeles de Finca Vigía hay postales navideñas, pólizas de seguros y bitácoras de Hemingway. También se encuentran los cuadernos escolares de uno de sus hijos, las entradas de varias corridas de toros y sus pasaportes cuyos sellos detallan su espíritu viajero y cuyas fotos detallan cómo envejeció.
"No hay ninguna bomba", decía esta semana a 'The New York Times' la profesora Sandra Spanier, que dirige un proyecto sobre las cartas del escritor. "El valor de los papeles se encuentra en la textura de la cotidianeidad, en la forma en la que trazan un retrato de Hemingway. Cuando se fue de Cuba, él no sabía que nunca iba a regresar. Sus zapatos siguen allí. Es como si se hubiera marchado para volver dentro de un momento".
Aun así, los papeles esconden alguna joya. Por ejemplo, el telegrama en el que Ingrid Bergman felicita a Hemingway por el Nobel en octubre de 1954. "Después de todo, los suecos no son tan tontos", escribe la actriz sueca de ¿Por quién doblan las campanas?
Entre los documentos está también la nota en la que un agregado naval de la Embajada de Estados Unidos autoriza a Hemingway a utilizar un aparato de radio en su barquito de recreo para captar las señales de los submarinos alemanes durante los meses más difíciles de la II Guerra Mundial.
Los papeles de Finca Vigía aportan luz también sobre la figura de la cuarta esposa de Hemingway. Entre los documentos digitalizados se encuentran los pedidos de caracoles franceses y sopa de tortuga que hacía a una tienda neoyorquina y las cartas que escribía a unos viveros de Pensilvania preguntando cómo cultivar rosas en aquel clima tropical.
Ninguno de estos detalles habrían emergido si no fuera por Jenny Phillips, que visitó Finca Vigía por primera vez hace 12 años e inició con su esposo Frank un proyecto para restaurar la mansión. Dentro permanecían unos 9.000 libros varados desde 1960, un disco de Glenn Miller en un fonógrafo de época y varios licores con etiquetas ajadas y a medio terminar.
La restauración fue obra de arquitectos de los dos países, que sellaron las goteras, renovaron los marcos de las ventanas y cambiaron el estuco de los muros de la mansión. Pero su trabajo no habría sido posible sin la ayuda del mayordomo de Hemingway, René Villarreal, que desde hace décadas vive en un vecindario cubano a las afueras de Nueva York. «[Hemingway] solía esconder los manuscritos en una maleta en el estante más alto del armario de su estudio", recordaba René hace unos años. "Los manuscritos estaban envueltos en un papel marrón y luego en una toalla que metía dentro de un maletín. Era la forma de asegurarse de que les entraba la menor humedad".
以下は 昨年8月に El País 紙に掲載されたものです。
La vida cubana de Hemingway llega a Boston
Aunque tenía un despacho preparado en la torre suroeste de su casa en el suburbio habanero de San Francisco de Paula, solo trepaba hasta allí cuando los personajes le arrastraban. Ernest Hemingway (1899-1961) prefería escribir –de pie con zapatillas de andar por casa, primero a mano y luego a máquina–, en su luminoso cuarto de Finca Vigía; una estancia dividida en dos alcobas que George Plimpton describió con detalle en la entrevista de The Paris Review de 1958. Eso fue cuatro años después de que el autor de París era una fiesta recibiera Premio Nobel de Literatura y tres antes de que se volara los sesos. Aquel cuarto, atestado de papeles, libros, panfletos y notas, y el conjunto de material bibliográfico que quedó en la casa han permanecido fuera del alcance de investigadores y académicos estadounidenses durante más de cinco décadas, algo que cambió este lunes con la llegada de una versión digitalizada de 2.000 documentos a la Biblioteca JFK de Boston.
Detrás de este proyecto se encuentran la fundación estadounidense Finca La Vigía, creada en 2004 tras un viaje a la isla cubana por Jenny Phillips –nieta del editor y gran amigo de Hemingway Maxwell Perkins–, y el congresista de Massachusets, James McGovern, defensor de la normalización de las relaciones entre Cuba y EE UU. Esta es la segunda partida de documentos digitalizados de Hemingway que llega a Boston, después de los 3.000 que se incorporaron a la colección en 2008, entre los que se encontraban, por ejemplo, una versión alternativa del final de la novela “Por quién doblan las campanas”. La iniciativa de la fundación La Vigía incluye la mejora de las condiciones de conservación de los materiales que allí se encuentran, la restauración de la casa, y la construcción de un nuevo edificio con controles de temperatura y humedad. También la formación de personal especializado, en un ambicioso proyecto que ha contado con la ayuda del Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro, una acción de cooperación cultural con el gobierno cubano, sin precedentes.
Hemingway estaba en Cuba en noviembre de 1959 cuando Castro llegó a La Habana, pero abandonó el país por última vez en julio del año siguiente. Trasladó a una caja fuerte los manuscritos y papeles que consideró más valiosos. Su finca y cerca de 6.000 volúmenes de su biblioteca fueron nacionalizados por el gobierno cubano tras la fallida invasión de Bahía Cochinos. El aventurero escritor y periodista, cuyo trabajo y estilo marcaron un antes y un después en la literatura estadounidense, se suicidó en julio de 1961. La administración de Kennedy logró entonces negociar un último viaje de Mary, la viuda del escritor, a la isla. Trajo consigo un barco lleno de papeles y libros que quedaron depositados en la biblioteca de Boston, quemó lo que consideró oportuno y dejó detrás miles de documentos más.
Los que este lunes llegaron a la colección de JFK acercan la cara más doméstica y cotidiana del escritor: sus anotaciones sobre las mareas y el clima, las notas que tomó cuando navegaba por la bahía intentando avistar submarinos alemanes en los cuarenta, su pasaporte, una carta a Ingrid Bergman, listas de la compra o recibos de cuentas en bares. Trozos de una vida sobre la que aún se investiga con pasión. Se va completando el puzle con esta nueva parte de aquel barullo que rodeó al escritor de El viejo y el mar en esa bella finca cubana donde escribió ésta y otras muchas novelas, y que, según Plimpton, dejaba “el espacio justo, encima de una estantería desbordada, para una máquina de escribir”.
死後何年経っても話題は尽きないようです。日本では、以下のような本も出版されました。
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