2013年10月23日水曜日

Théophile Gautier viajó a España ゴーティエのスペイン旅行 (再録)


昨年度の今日掲載したものの再録です。

ピエール・ジュール・テオフィル・ゴーティエ (Pierre Jules Théophile Gautier,1811年8月30日 - 1872年10月23日)もスペインを旅行した有名作家の1人です。


Theophile Gautier viajó a España entre mayo y octubre de 1840. Le acompañó su amigo Eugene Piot que tenía intención de comprar obras de arte aprovechando la desamortización de los bienes de la Iglesia. El propio Gautier había querido ser pintor y tenia verdadera pasión por Zurbarán, Ribera y Valdés Leal.

Su libro, Viaje por España, que es el resultado de unir el conjunto de artículos periodísticos enviados por Gautier a París durante el viaje, es una obra interesantísima  y de amena lectura. Fruto también de las sensaciones vividas durante aquellos seis meses es un importante libro de poemas.

Cuando  el escritor llegó a España ni el país ni la cultura le eran desconocidos. Conoce la visión de nuestro país de Victor Hugo, de Musset y  de Merimée. En París ha visto la pintura española y asistido a representaciones de danza.

Su Viaje a España tendrá una gran trascendencia fuera de nuestras fronteras ya que descubre al resto de Europa una imagen de España. Y no sólo una imagen cultural de la pintura, la escultura o la arquitectura sino también los paisajes y el modo de vivir.  Le interesa todo, los tipos humanos, los oficios : vendedores de agua, limpiabotas, se siente atraído por las mujeres españolas:

    Una mujer sin abanico es algo que no he visto todavía en este bendito país. Los abanicos, al abrirse y cerrarse, producen un débil silbido que, repetido varias veces por minuto, da una nota que  resulta extraña para un oido francés.

Hace una interesante selección de palabras intraducibles al francés que aparecen en el libro en cursiva y en el original en castellano. Entre otras : pundonor, pura sangre, horchata de chufas, mayoral, encierro…

Se interesa por la cocina española :

    Después de la sopa trajeron el puchero, plato eminentemente español, o a decir verdad, el único plato español, pues todos los días se come de Irún a Cádiz, y viceversa.

Aterrizar en el siglo XIX y que Gautier nos acompañe por Burgos,  el Paseo del Prado de Madrid, Sevilla, o la Mezquita de Córdoba es un plan emocionante y lleno de interés. Su visión es casi siempre imparcial y tiene un encanto y una mirada de la que carecen muchos otros viajeros que le siguieron. A su regreso a París confesó:

    Me sentía allí como en mi verdadero suelo y como en una patria vuelta a encontrar.



Gautier conoce en 1833 a Eugène Piot, un joven heredero, apasionado por el arte, la cultura y el coleccionismo, acompañándole en sus viajes en calidad de consejero artístico, a Alemania e Italia. En 1840 le propone un viaje a España, en donde se supone que, después de siete años de guerra civil, es el lugar apropiado para comprar cuadros, objetos de arte y antigüedades, al mismo tiempo que le servirán para escribir sus artículos sobre España y publicarlos en el diario La Presse, de París, y en la revista Deux Mondes.
Gautier llega a la frontera de Bayona el 11 de mayo de 1840, seis días después de su salida de París. Después de pasar tres días en Burgos y Valladolid, se dirige a Madrid donde permanece desde el 22 de mayo al 20 de junio. Del 20 al 23 de junio visita Toledo, regresa a Madrid, de donde sale el 27 con dirección a Andalucía: Granada (1 de julio al 12 de agosto), Málaga (del 14 al 16 de agosto), Córdoba (del 21 al 23 de septiembre), Sevilla (del 24 de agosto al 2 de septiembre), Cádiz (del 3 al 11 de septiembre), permanece en Valencia del 15 al 30 de septiembre; embarca hacia Francia llegando a Port Vendres el 3 de octubre. En 1843 aparece por primera vez una versión de este viaje a España con el título Tra los montes. Ese mismo año, el teatro de variedades presenta el vaudeville Un voyage en Espagne, pero es en 1845 cuando Gautier encuentra un nuevo editor, Charpentier, y lo reedita con el título definitivo.
El libro es un conjunto de artículos que Gautier iba escribiendo semana tras semana, combinando la explicación turística, la crónica, y el diario de viaje.

El viaje romántico (del que se dice que inventó la España de pandereta) aporta al relato una savia nueva, no es una guía, sino una meditación, a veces poética, a veces emotiva, sobre lo que observa, aunque esta meditación es estética y personal, interesada. Interesada y personal porque sólo escoge aquello que le sirve para expresar vivencialmente sus pensamientos, intentando involucrar al lector, haciéndole partícipe, incluso cómplice, de sus emociones.
El viajero romántico ama la verticalidad de la montaña, porque en ella se encuentran los castillos, los bandoleros, ladrones y contrabandistas, en oposición a las llanuras, monótonas, incultas, despobladas, porque al romántico no le interesan las labores agrícolas, despreciando toda la cotidianeidad. En esa situación se encuentra La Mancha, pero de esta descripción salen páginas llenas de matices, de emoción, de exaltación de la sensibilidad de un universo lúdico y pintoresco, estético y sensual.
El paraíso andaluz, por el contrario, contrasta con las demás regiones, la óptica romántica se deshace en elogios al clima, la luz, el relieve, el exotismo africano, el arabismo, el pintoresquismo, características que pocas regiones comparten a medias con el edenismo andaluz.

"Las casas de Urruña y de San Juan de Luz tienen un aspecto extraño y sangriento, producido por la costumbre de pintar de rojo o de color sangre de toro las ventanas y las puertas de los edificios."


この旅行記は、日本では下記のように法政大学出版局より邦訳書が出ています。

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