以下は 1989年10月1日、つまり、翌日の El País の記事であります。
Toreo grande de Curro Vázquez
¿Curro って誰?
Una cosa es torear y otra pegar pases, decían los apóstoles de la tauromaquia y creían que ya lo habían dicho todo sobre el toreo. Pero les faltó matizar que, además, una cosa es el toreo de ir por casa y otra el toreo grande, que lleva firma. El toreo de firma no lo hace quien quiere sino quien puede, y uno de los que pueden es Curro Vázquez. Nadie le va a descubrir a la afición madrileña, a estas alturas, quién es Curro Vázquez: le conoce de antiguo, le valora y le admira. De manera que, cuando protestaba la afición esa segunda oreja que regaló el presidente y algunos espectadores recriminaban la protesta, les mandaban a paseo. "¡Que se vaya usted a robar gallinas!", le decía un aficionado protestón a un espectador recriminante.La afición saboreó el toreo grande de Curro Vázquez al cuarto toro, y le hubiera dado todo, hasta lo que más quiere en el mundo; por ejemplo, la radio del coche. Sin embargo -dicen la tauromaquia y sus apóstoles- a los toros hay que matarlos bien. La grandes faenas requieren grandes estocadas y Curro Vázquez concluyó la suya metiendo espadazo bajero. Es cierto que, en cualquier plaza de por ahí, con bajonazos dan dos orejas -¡y rabo!: lo que yo le diga-, pero Las Ventas no es cualquier plaza de por ahí.
Hasta lo de la espada, Curro Vázquez toreó al cuarto Victorino como sólo puede hacerlo un diestro que tiene convertido en ministerio su oficio. Instrumentó un surtido de trincherillas de calidad excelsa y desarrolló su obra con asombrosa armonía, manteniendo en perfecto equilibrio arte y hondura, desde los hermosísimos ayudados iniciales, hasta el cascabeleo del kikirikí final.
Toreó Curro Vázquez en redondo y al natural más bellamente de lo que merecía aquel Victorino destartalado, que sería facilón porque se tragaba los pases sin decir esta boca mía o con este cuerno te vas aenterar, pero embestía sin casta, por lo que era difícil alcanzar ese punto de emoción que completa la grandeza de una faena cumbre. Y, sin embargo, pues Curro Vázquez citaba dando distancia, embarcaba cargando la suerte, interpretaba los muletazos con inspirada cadencia y, en suma, se sentía torero en el alma, ese punto de emoción lo alcanzó muchas veces y puso a vibrar la plaza de Las Ventas entera, afición estricta, público en general y presidente orejófilo todos a una.
El primer toro era un pregonao y también en ese puso torería Curro Vázquez, ahormándole a dos manos. Luego salieron toros arnoruchados, que es peor género porque no saben embestir, ni bien ni mal. Los moruchos unas veces pasan a lo tonto, otras pegan bocaos y es imposible predecir con qué talante acudirán al engaño cada vez. Por eso los lidiadores tuvieron gran mérito. Entre ellos, Ángel Luis Prados, que bregó eficacísimo y prendió un sensacional par de banderillas.
Morenito de Maracay estuvo muy torero en el segundo y si trazaba cortos los pases fue culpa del propio toro-amoruchado, que tenía poco recorrido. Se confió ciñendo naturales al otro, corniveleto impresionante, y sufrió una tremenda voltereta. Lástima de percance, porque Morenito llevaba una actuación estupenda, en la que destacaron un quiebro con banderillas, unas chicuelinas finísimas, muletazos de impecable factura.
Tomás Campuzano porfió naturales pundonorosos al moruchón tercero y dado que el sexto se partió un cuerno, a ese no pudo porfiarle nada. El toro parecía bravo. Caso raro, pues la victorinada también sería de firma pero resultó un saldo que no valía ni para las rebajas.
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