Bajo un cielo encapotado, la atmósfera se tiñe de plomo, un tinte de tristeza que ensombrece el espíritu. Para el alma deprimida el único alivio es deleiterse con la olorosa blancura de la flor del nardo, la policromía un tanto apagada de la hortensia y la grana característica de la corola del granado. Las nispolas y las cerezas son delicias al paladar y no pueden faltar en este período, en que las precipitaciones pluvales son tanvitales para el principal cultivo agrícola como la época de calores más fuertes en vísperas de su cosecha.
Impetuoso corre el Mogami;
Recipiente de cuanto derrama
El "samidare".
Canta en el siglo XVII el excelso poeta del haiku Basho en su contemplación del caudaloso torrente, que en su curso por las vegas de Oshu, va recogiendo hasta las últimas gotas del "Baiu", que la sensibilidad poética del pueblo llama "Samidare" ( 五月雨 lluvias menudas ). Por un desgarrón que se abre en la masa de nubes plomizas, asoma el sol, instantes que al poeta caminante le inspiran otra joya del haiku paisajista:
Brilla al sol el Templo Dorado,
¿Acaso, escapado
Del "samidare"?