Hola de nuevo, simplemente para contarte una triste pérdida para toda la cultura española y seguramente mundial
ha fallecido José Luis Sampedro, uno de mis escritores favoritos.
En fín, el hombre ya tenía sus añitos.
Descanse en paz
Un abrazo amigo J...
ホセ・ルイス・サンペドロは、1917年2月1日にスペインのバルセロナに生まれました。経済学者で、元マドリード・コンプルテンセ大学構造経済学教授です。1990年2月には Real Academia Española 王立アカデミー会員に選出されました。 ホセ・ルイス・サンペドロの名前を冠した公立高等学校が複数あるほど尊敬される経済学者でした。一般向けの経済啓蒙書を多数執筆するかたわら、小説家としても才能を発揮し、例えば、邦訳のあるLa sonrisa etrusca (1985)『エ トルリアの微笑み』などはスペイン国内で100万部を超える大ベストセラーとなり、ヨーロッパ各国でも10万部以上のベストセラーとなって一世を風靡しました。マ ドリードに在住していましたが、一昨日、2013年4月8日に亡くなりました。享年96歳という超高齢でした。
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José Luis Sampedro Sáez (Barcelona, 1 de febrero de 1917 – Madrid, anteayer, 8 de abril de 2013) fue un escritor, humanista y economista español que abogó por una economía «más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos». En 2010 el Consejo de Ministros le otorgó la Orden de las Artes y las Letras de España por «su sobresaliente trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo». En 2011 se le concedió el Premio Nacional de las Letras Españolas. Falleció anteayer (el 8 de abril de 2013). en Madrid, a los 96 años de edad.
"El sistema está roto y perdido, por eso tenéis futuro."
"Escribir es vivir." --- José Luis Sampedro
p.d. Ernesto Mr. T の amigo madrileño の Fernando del Campo (上記の Fernando とは別人)から以下のような información が届きましたので、掲載します。(2013.4.13.)
Sampedro en corto, por David Torres
Decía
Junior Soprano, actualizando una vieja superstición siciliana, que la
muerte va por trilogías. Si esa superstición es verdad, que lo dudo
mucho, este preludio de semana ha puesto sobre el tapete un trío de ases
de lo más variopinto. Sara Montiel, Margaret Thatcher, José Luis
Sampedro. Uno de cada palo y una de ellas un palo en sí misma.
Lo
único que tenían en común los tres finados es la edad avanzada en la
que han hecho mutis. Pero cuando se escribe sobre la muerte hay que
andar con mucho ojo porque en seguida se deslizan los tópicos entre la
prosa y en vez de un responso te sale un fax. Por ejemplo, está esa
ridiculez de que la muerte siempre se lleva a los mejores, lo cual, en
el caso de la Thatcher, da un poco de risa. El mejor retrato de la
Thatcher lo hicieron hace años en los Spitting Image, cuando un
teleñeco clavadito a la Dama de Hierro entraba a mear a un lavabo de
caballeros. Luego se la veía acostándose al lado de su marido, en una
cama de matrimonio con una manta tapizada con la Union Jack. Apagaban la
luz y entonces, en medio de la oscuridad, se oía un molesto tic tac. La
Thatcher preguntaba con esa voz de hooligan que acojonaba a los sindicatos: “¿Qué es ese ruido?” Y el marido, muy british y muy cagapoquito, respondía asustado: “Mi marcapasos, darling. Ya lo apago”.
Que
la muerte se llevara a Sampedro apenas unas horas después de la
Thatcher certifica sus buenos reflejos y también su democrático mal
gusto. Ha sido un rapto a traición, quizá para compensar aquella maldad
que señaló un gran amigo mío, cuando Antonioni murió al día siguiente de
Bergman sólo para equilibrar pérdidas. A la guadaña le gustan las
simetrías.
Coincidí
con Sampedro un par de veces cuando yo trabajaba en la librería Altair
de Madrid, un refugio ideal para viajeros impenitentes y almas perdidas.
Sampedro vino a pedirme unos libros al mostrador y me encantó comprobar
que era exactamente lo que parecía: un viejecito encantador, humilde,
amable, un sabio presocrático de barba blanca y ojos infantiles. No es
muy habitual que la figura pública y la privada encajen, y no hay mejor
lugar para comprobarlo que delante de un proletario en funciones. Anda
que no habré conocido yo revolucionarios de salón de ésos que, en cuanto
ven a un camarero o a un librero, no pueden contenerse y les sale el
marqués que llevan dentro.
Dicen
que la Thatcher había perdido la cabeza en sus últimos años, aunque
para mí que la había perdido desde los doce y que llevaba muerta desde
que alcanzó el poder. Desde entonces, al contrario que los santos
incorruptos, la buena mujer no hizo sino pudrirse en vida e ir
extendiendo su podre por el mundo, de los mineros ingleses a Pinochet.
Sampedro, en cambio, cada día estaba más lúcido, cada día parecía más
joven y cada día se ganaba un poco más la santidad implícita en su
apellido. Por eso es una putada que se haya ido precisamente ahora,
cuando tanta falta hacía. Esto es un tópico, ya lo sé, pero a veces los
tópicos son verdad, y en el caso de Sampedro, la pura y sencilla verdad,
en minúsculas de andar por casa.